Cuando el genio salió de la lámpara y observó cómo
estaba el mundo le prometió a Aladino que no le concedería tres deseos sino ocho
siempre que el primero de ellos le fuese cedido a él en exclusividad. Aladino no entendía por
qué el genio necesitaba un deseo, pero hizo cuentas y comprobó que ganaba
cuatro deseos con la oferta del genio. Aladino, que de tonto no tenía un pelo,
se puso muy contento y aceptó.
Aladino dijo: mi primer deseo es cederle al genio el privilegio de pedir mi
primer deseo. El genio tomó la palabra y proclamó en voz alta: mi primer deseo
es volver a la lámpara y no salir nunca más de ella.
¡Genial! (es lo que tiene ser genio...)
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