En
la oficina; día común, aburrido como cualquier otro, salvo, y no es que se
notara entre los compañeros, porque Estrella acababa de ser madre. Todos
sentados, como siempre, impávidos en el gesto, adusta la mirada, extraños
conviviendo durante años pero moviendo papeles de un lado hacia otro, dejando
pasar el tiempo sin cruzar una mínima mirada interesante.
Suena
el teléfono. Insistente. Todos simulan estar ocupados. Lo normal. Descuelgo el
auricular y oigo una voz conocida, la voz de Estrella. Un torrente de palabras
ininteligibles acompañadas de un llanto estremecedor llegó a mis oídos. Intenté
calmarla pero fue en vano. Estrella no tenía familia en la ciudad, apenas
amigos, su compañero la había abandonado nada más regresar del hospital, y tanta debía
ser su desesperación, que su último recurso era recurrir a los compañeros de
trabajo. Dolía tanta tristeza; tanta soledad.
La
desesperación de una persona necesitada de ayuda podía hacer cambiar el rumbo
de una oficina sin alma.
Colgué
el teléfono y me puse a mover papeles de un lado hacia otro.
Te recomiendo hacer un poquito de yoga, ¡no veas como relaja las mentes atormentadas de los buenos escritores que escriben cosas tristes...!
ResponderEliminarApúntate, ¡en serio! Repite conmigo: Ommmmmmmm, Ommmmmmmm...
Llevo repitiendo "Ommmmmmmm, Ommmmmmmm" toda la mañana y esto no funciona. Probaré con pilates.
ResponderEliminarEl pilates es el hermano "vago del Yoga" si no has llegado al Nirvana con el Ommmmmmmm, mal te veo...
ResponderEliminarTengo mucho que enseñarte...
Jajaja.