Bajo el puente. Niños
acurrucados entre cartones. Frío, hambre y miseria. Lágrimas de amargura.
Ansiedad, frustración, desesperación. Moradas a la intemperie. Inhabitable.
Invivible. Insoportable.
En un lugar cercano,
médicos y enfermeras trataban de curar las heridas sangrantes de una batalla
cruenta. El pisar rotundo de botas militares se escuchaba sobre el fango.
La niña fue marcada con el
estigma del sufrimiento desde el mismo día de su nacimiento. Apenas pudo sentir
el calor maternal durante unas horas, el tiempo que aquella maldita hemorragia
se cobró su vida. La imagen de la niña recién nacida, de la anciana que apenas
pudo cortar el cordón umbilical y una hermosa mujer muerta sobre rastrojos
húmedos, era la viva imagen del desamparo y la desolación en la que puede caer
el ser humano. Del llanto ronco de la anciana apenas si brotaban lágrimas. La
niña tiritaba mientras movía sus manitas…
…un par de horas antes una
anciana sostenía entre sus manos la preñada barriga de una mujer que chillaba
un dolor angustioso, cada vez más intenso. Un hombre armado impedía su paso. En
su rostro se dibujaba una especie de mueca burlona, como si estuviese
disfrutando del espectáculo. Con el arma en bandolera se oponía a que las
mujeres, aquellas dos mujeres, de piel oscura y habla extraña, pudieran entrar
en el improvisado hospital de campaña. La compasión no existía, quizás por eso
el pensamiento cruel de descerrajarle dos tiros en la cabeza no le producía
remordimiento. Decidió no gastar munición. Prefirió abandonarlos a su suerte. A
su suerte…
Tremendo...da escalofríos ssobre todo porque podría ser una crónica y nadie lo discutiría.
ResponderEliminarA ver si el finde te inspira en algo un poquito más ¿feliz?
En ello estoy, pero la inspiración no es para quién la busca sino para el que la encuentra.
ResponderEliminarGracias y feliz finde!!!