Hoy era la cita. Hoy el día elegido. Hoy nos volveríamos a ver
después de 12 años. Hoy te diría todo lo que por cobardía callé. Hoy,
sin duda, sería el día más ansiado y deseado. Hoy redimiré todos mis
pecados de juventud. Hoy llega mi tren; a las 8:17...
Cuando el tren se detuvo noté como mi corazón se aceleraba. Un
escalofrío recorrió mi cuerpo al ver tu imagen a través de una
ventanilla. Inconfundible. Inigualable. Tu belleza perduraba, sin
embargo, tu sonrisa, había desaparecido de tu rostro. Noté seriedad o
responsabilidad, o quizás ambas cosas. No lo sé. Pero un pellizco se
apoderó de mi estómago. No eran mariposas, era un mal presagio.
Mi cita con el amor, la pasión y la esperanza se desvaneció al
instante. Se evaporaron de mi retina, como por arte de magia, todos mis
sueños cuando vi tu imagen sobre las escalerillas de aquel vagón.
Bajaste con parsimonia, tranquila y serena, con una falda negra ceñida
que realzaba tu espléndida figura, zapatos negros de tacón alto y una
camisa naranja donde se intuía la prominencia de tus pechos. Tras de ti,
un hombre de buen porte y elegantemente vestido, algo mayor que tú, que
portaba en su mano derecha una pequeña maleta mientras que en la
izquierda sostenía a un pequeño de unos 3 años. Un torbellino de ideas
repentinas turbó mi mente. Nos separaban escasos metros, pero en
segundos, elucubraciones sobre mi frustración me arrastraron al abismo.
Me sentí derrotado sin haber pronunciado siquiera una palabra. Fue la
evidencia la encargada de borrar de mí ser cualquier sensación de
esperanza y alegría…
La megafonía me sobresaltó. Anunciaban la llegada de un tren. El reloj señalaba las 8:17. Llegó el momento. Hoy te acercarás de nuevo a mi pero mi corazón dice que no será para siempre.
¿Me equivoco o esto ya lo he leído antes?
ResponderEliminarEl sello de" lo liviano"... es dificil de esconder...
Fantástico y hasta duele...
¿Un beso? ¡No! DOS